Las cigüeñas muelen las nubes del azul cielo
de verano.
Los vilanos huyen imitando a las golondrinas,
que presas por el miedo a su fragilidad, se esconden en las cuevas que hacen
brillar su corazón.
El viento sortea los faroles, que pronto
crearán un eterno anochecer.
Todo es idílico y tranquilo.
A lo
lejos se oyen silbidos de mariposas atardecientes, ocultas bajo el reflejo de
la turbia tormenta de hoguera.
Las ventanas se rompen, bailando al son de la
mirada que el niño envía a un infinito.
Pero los vidrios caen, rasgando la tela que
narra unos sueños ya olvidados.
Porque siempre nos queda la palabra:)
ResponderEliminarUn abrazo poeta
Sara